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Beatriz Gonzalez

Feliz Viaje

By febrero 7, 2011No Comments

Beatriz González Rubín

Son afortunadas las personas que aceptan la muerte como un proceso natural y normal, creo que de esta manera son mucho más felices. Qué paradoja, aceptar la muerte y ser feliz en la vida�

Esta semana me atrevo a compartir con ustedes mis queridos lectores una experiencia muy personal, muy sentida. El viernes murió alguien de mi familia, la abuela, un eje, un ejemplo, un motor de todos aquellos que tuvimos la fortuna de conocerla. Y sin deseo de ser soberbia, estoy convencida que soy una de las más afortunadas pues no era mi familia de sangre; es de estos regalos que te da la vida cuando la gente buena te invita a entrar en su círculo más intimo, soy la agregada cultural de este núcleo ejemplar.

El proceso fue largo y doloroso, pues los últimos días la abuela no la paso nada bien, es necesario aclarar que tenía 90 años, vividos intensamente, dedicados a dar amor y paz a todos los que la rodeamos.
Y quiero compartir con ustedes mi experiencia pues fue a pesar de lo triste, muy bella.

Cuando la gente se reúne a celebrar, si a celebrar, la muerte de un ser querido es porque esa persona dejó huella, paso por esta vida entregando todo y cumpliendo su misión: ser feliz y generoso.

Muchas de las personas que nos acompañaron en el velorio se sorprendían, no había llanto desgarrador, ni gritos de dolor, ni ataques de nervios. Por el contrario, los grupos se reunían, hablaban de ella recordando su ejemplo, había risas, comentarios y hasta una alegría muy particular, me atrevería a decir. No falto algún asistente sorprendido ante la falta de demostraciones de dolor. Y no es que no nos duela la partida de la abuela, claro que nos duele, pero por nosotros, pues que haremos ahora sin sus consejos, rezos, comentarios y una que otra llamada de atención.

Cuando un ser querido deja esta vida después de haber exprimido todo lo que esta te puede dar, no queda más que ser feliz, estar satisfecho y sentirse afortunado por haber sido participe de ese milagro.

Abue Mela (y no abuela pues te regañaba si la llamabas así) gracias por tu vida, por tu ejemplo, por el legado de amor y servicio que nos dejas� Nos veremos en otro momento, allá en la vida eterna.

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