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La cárcel de Tacumbú abrió el jueves a los medios la lujosa celda del preso brasileño Jarvis Chimenes Pavão, un “departamento” que contrasta con el hacinamiento en que viven los internos de la prisión, la mayor de Paraguay y cuya conflictividad costó el puesto a la ministra de Justicia, Carla Bacigalupo.
Luis Villagra, nuevo director de la cárcel, ubicada en Asunción, guió a los periodistas por los aposentos de Chimenes Pavão, a quien se asocia con el narcotráfico y quien era considerado un poder en la sombra en Tacumbú hasta su traslado el miércoles a dependencias policiales de máxima seguridad.
Confortables sofás para un buen descanso, una acolchada cama matrimonial, televisiones plasma y equipos de música, fax y fotocopiadora, formaban parte del hogar carcelario de Pavao, un luminoso loft como los que se alquilan en Villa Morra, el barrio asunceno donde vive la clase alta.
El espacio, que incluía una cocina, un despacho, un baño con todos los servicios y un trastero-gimnasio para guardar su indumentaria deportiva de marca, aislaba del resto de presos a Pavao, condenado a siete años por lavado de dinero y reclamado por la Justicia de Brasil por presunto narcotráfico.
La privilegiada situación de Chimenes Pavão, quien según sus abogados ayudaba económicamente a muchos presos sin medios para subsistir en la cárcel, era diametralmente opuesta a las condiciones de vida de la población carcelaria de Tacumbú, con unos tres mil 532 reclusos y una capacidad para mil 687 personas.
Precarias celdas donde se amontonan los prisioneros, muchos de los cuales ni siquiera tienen lugar en ellas y duermen en los pasillos, son el paisaje de Tacumbú, el máximo ejemplo de la superpoblación carcelaria de Paraguay.
Narcotraficante vivía como rey en la carcel

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