Rifles y cámaras toman la Puerta de Damasco de Jerusalén. El cañón del fusil de un tirador de elite sobresale de una aspillera de la antigua Puerta de Damasco, un lugar muy turístico de Jerusalén convertido en uno de los centros neurálgicos de los ataques antiisraelíes.
El fusil apunta hacia el puesto de control, donde los policías israelíes cachean a un palestino.
La policía recorre la plaza y la escalinata de piedra por la que se accede a la Puerta. Cuenta con la ayuda de unidades especiales y se añadieron cámaras a las decenas ya existentes. Se podaron los árboles de las zonas verdes de las inmediaciones -muchos se arrancaron- para mejorar la visibilidad.
Estas precauciones no impiden los ataques, casi cinco meses después del comienzo de la espiral de violencia.
El viernes, un palestino de 20 años hirió en el lugar a dos policías israelíes antes de ser abatido. El 3 de febrero, tres jóvenes de la Cisjordania ocupada mataron a una agente de 19 años antes de perder la vida alcanzados por disparos. El 21 de febrero, este domingo, un palestino intentó apuñalar a un soldado israelí antes de ser abatido en Nablús.
En total, cinco israelíes, de los cuales tres son miembros de las fuerzas de seguridad, murieron en ese sitio desde el 1 de octubre. Y una decena de palestinos también fallecieron tras cometer ataques, en su mayoría de arma blanca.
La Puerta de Damasco (Bab al Amud en árabe, la Puerta de Naplusa/Nablús en hebreo) es un lugar de paso estratégico. Es la principal entrada del casco antiguo del lado de Jerusalén Este, parte palestina de la ciudad santa anexionada y ocupada por Israel.
Da acceso a zocos y a lugares sagrados, como la Explanada de las Mezquitas, el Muro de las Lamentaciones y la iglesia del Santo Sepulcro. Allí se cruzan palestinos, judíos y turistas.