Cuando se ponga el sol en la víspera de Año Nuevo, habrá concluido la década con las temperaturas más altas de la historia de la Tierra y por delante habrá temperaturas superiores todavía, según los científicos. A lo largo de una década de grandes cambios, de guerras y divisiones, los pueblos de todo el mundo enfrentaron un enemigo común: el incremento en los emisiones de gases con efecto invernadero, el alza en las temperaturas, el peligro de un clima cambiante, mareas cada vez más altas y daños monumentales al medio ambiente causados por la humanidad. Sobre el fin de la década, las Naciones Unidas reúnen a los gobernantes de casi 100 países para tratar de concertar una acción mancomunada con el objetivo de reducir el consumo de carbón y de otros combustibles fósiles.
El secretario general de la ONU Ban Ki-moon les dijo que tienen delante de sí “una gran oportunidad” de hacer algo por la humanidad en la conferencia climática de Copenhague. Sin embargo, sigue sin haber unidad de criterios y no parece probable que se tomen decisiones históricas. “En el fondo, sabemos que ustedes no están escuchando”, les dijo el presidente de las Maldivas Mohamed Nasheed a sus colegas en una conferencia realizada en septiembre. Las Maldivas corren peligro de desaparecer por la crecida de los mares. La patria de Nasheed, un grupo de islas en el océano Indico, será una de las primeras víctimas de esa crecida generada por la expansión que produce el calor y por el derretimiento de los glaciares. Los residentes de numerosas islas y de zonas costeras ya están buscando refugio en otros lugares.
Los mares, además de más cálidos, son más ácidos por el dióxido de carbono, el principal de los gases de efecto invernadero que contaminan la atmósfera. La acidez y las aguas calientes matarán arrecifes y harán peligrar la vida marina. En los primeros nueve años de la década, las temperaturas mundiales promedio fueron 0,6 grados centígrados (1,1 Farenheit) más altas que el promedio de 1951 a 1980, según la NASA y las temperaturas subieron a ritmo más acelerado en el extremo norte del planeta. En los últimos tres veranos del hemisferio norte se derritió más hielo que nunca antes en los tiempos modernos en el mar Artico. La cantidad de agua derretida que arroja al mar la enorme masa de hielo de Groenlandia aumenta un 3% todos los años.
Con cada año que pasa se debilita la capa de permahielo en el Artico, amenazando con liberar grandes cantidades de metano, un gas que calienta el ambiente. Al disminuir el hielo, se refleja menos el sol y la Tierra absorbe más calor. En el extremo sur, a fines de la década los científicos comprobaron que la Antártida también se está calentando. Las masas de hielo de las costas se desprenden y permiten que los glaciares empujen más hielo hacia el mar. En la década del 2000 los glaciares se derritieron, reduciendo las fuentes de agua para miles de millones de indios, chinos y sudamericanos. También pierden agua los grandes lagos de Africa debido a las temperaturas más altas, la evaporación y las sequías. En todo el mundo, las plantas florecen más temprano y los lagos tardan más en congelarse. En el Artico, sorprendidos esquimales ven aparecer petirrojos, un pájaro de regiones más al sur.
Todos estos fenómenos suceden a un ritmo mucho más rápido que el anticipado, según los científicos. Hacia el final de la década, las emisiones de dióxido de carbono correspondían al peor de los siete escenarios que planteó en 2001 el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas. Todos los años se emiten casi 29.000 millones de toneladas de gas, un 23% más que hace una década. Al ritmo actual, para 2060 las temperaturas serán cuatro grados centígrados (siete Farenheit) más altas que en la era preindustrial, de acuerdo con científicos británicos. A fines de 1800, usando un lápiz y una regla de cálculos, el genial científico sueco Svante Arrhenius demostró que el dióxido de carbono podría calentar el planeta en un lapso de… 3000 años. No vislumbró el nivel a que llegaría el uso de combustibles fósiles en el siglo XX.
Las supercomputadoras de hoy le dicen a los científicos que para revertir el fenómeno de las emisiones y evitar una crisis planetaria, la década que comienza puede ser vital, una última oportunidad de corregir el daño que se ha hecho.