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Cuando uno aprende es como si se quitara una venda de los ojos
Dice mujer que toma clases en el Instituto Estatal de Educación para Adultos
María Hernández Hernández es originaria de Olinalá, Guerrero, desde hace muchos años radica en Cuautla, Morelos, a sus 56 años, cada día, después de los quehaceres del hogar y de la elaboración y venta de queso fresco, acude al círculo de estudio del Instituto Estatal de Educación para Adultos (INEEA).
María nos habla de su interés por aprender las letras y superarse. Al pedirle que lea un párrafo de su libro, se pone nerviosa y deletrea palabra por palabra, se sonroja: –Es que me pongo nerviosa– pero también se advierte el orgullo cuando dice: –Cuando uno aprende, es como si te quitaran una venda de los ojos–.
Al compartir sobre su familia, agrega que creció en una familia de once hermanos, algunos ya fallecieron, recuerda que su padre no los quiso mandar a la escuela porque tenían que apoyar en el gasto y trabajar en las labores del campo.
Contenta, María recuerda que hace tiempo, en una junta vecinal de su colonia, la invitaron a incorporarse al estudio en el INEEA. Al principio pensó: “ya para qué, ya está uno grande”, pero algo en su corazón le decía que lo necesitaba.
Al fin se animó y fue a inscribirse. Ahora se siente mejor al aprender a leer, ya no le pregunta a las personas, cual transporte debe abordar. Además, en la venta de sus quesos, ya sabe hacer las cuentas.
–Compro leche, hago queso y lo vendo y aunque sea poquito tengo que saber hacer la cuenta y dar el cambio–.
-¿Seguirá estudiando?- le preguntamos y responde: –El tiempo que me dé Dios, me voy a defender estudiando. Y mientras los maestros del INEEA me tengan calma, seguiré, a ver hasta donde llego–.
Al pedirle a María un mensaje para los jóvenes, se le quiebra la voz:
–Los jóvenes que no estudian, que vayan a la escuela, yo les hago una invitación. Yo de grande estoy estudiando, por favor muchachos no se echen a perder, mejor estudien, es la mejor carrera para que puedan tener un trabajo digno–.
Doña María, con la tristeza reflejada en su rostro, nos cuenta que tiene un nieto que vive con ella y que no quiere estudiar y que no ha podido convencerlo para que regrese a la escuela.
María, quien bromeando nos dice que su nombre es “Hernández al cuadrado”, concluida la entrevista, se apura para incorporarse al grupo de estudio del INEEA.
Atenta a las instrucciones de su asesora, lee junto con sus compañeras de estudio, repite entusiasta palabra por palabra y, en esa dinámica, se transforma en otra María, la mujer que se supera sin importar la edad.

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