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Derechos HumanosEuropa

VIVA EL JUAEZ GARZON por Fernando Savater

By mayo 15, 2010No Comments

A finales del siglo XIX, la biografía política de los escritores y artistas franceses más distinguidos se escribió partiendo de su posición en el asunto Dreyfus: Zola (este mes se cumplen 100 años de su muerte) fue el más distinguido de los que lucharon por el capitán calumniado, secundado por el joven Proust o Eric Satie, frente a los reaccionarios antisemitas como Barrés o el pintor Degas.

No solamente en Francia, también en el resto de Europa el célebre proceso estableció el lugar ideológico de cada cual: Sabino Arana, por ejemplo, arremetió con fiereza en un artículo contra Zola por participar en la conspiración judía que mancillaba el honor del Ejército francés…

En los últimos 25 años de nuestra sobresaltada historia democrática, también en España ha habido bastantes “asuntos” notables que han polarizado antagónicamente a periodistas, profesores y políticos. Pero yo creo que cuando haya de trazarse con el tiempo la trayectoria de cada cual, ninguno de esos casos será tan determinante como la opinión que unos y otros expresaron sobre un personaje tan omnipresente como controvertido: el magistrado Baltasar Garzón.

¿No es curioso? El papel de fiel de la balanza que en aquel París remoto cumplió un reo, entre nosotros lo viene desempeñando lo quiera o no desde hace mucho un juez…

Que yo sepa Garzón no es judío (aunque seguro que no faltará quien le haya dado vueltas a su apellido), pero se ha ido convirtiendo con el tiempo en algo así como un judío sicológico para sus adversarios. Es decir, alguien cuyas acciones se valoran menos por sí mismas que por la perversa índole personal que revelan: arrogante, presumida, ávida de poder y notoriedad, oportunista, trapacera, sin escrúpulos a la hora de cumplir sus propósitos… ¡Vamos, el equivalente actual de la infame nariz ganchuda y la avaricia sin misericordia que antes se achacaba a los hijos de Israel! Contra tales descalificaciones suele ser imposible aportar hechos que las desmientan, porque cada uno de ellos será juzgado como revelador de un vicio especial.

¿Que Garzón procesa y condena a ministros y altos cargos por sus vínculos con el GAL? Es para vengarse por no haber obtenido un puesto semejante. ¿Que persigue a la mafia terrorista? Es porque se ha convertido en marioneta del gobierno. ¿Que logra poner en la picota al dictador Pinochet? Será porque busca el Premio Nobel y otros galardones internacionales. ¿Que su juzgado trabaja más que ninguno y opera con diligencia mientras los demás sestean? Se debe a que es un chapucero que amaña apresuradamente los documentos procesales sin ton ni son…

No hay forma de salvarle: ¡judío tenía que ser! Puede que gracias a tantas fechorías Garzón consiga honores y premios: por el momento, lo más claro que ha obtenido es ser una de las personas más amenazadas del mundo, la diana soñada por etarras, narcotraficantes, ultraderechistas, empresarios gangsteriles y vaya usted a saber cuántos desalmados más. Su vida tendrá sin duda muchas compensaciones íntimas pero, vista desde fuera, es cualquier cosa menos cómoda.

Algunos de sus buenos amigos y colegas, como el juez italiano Falcone, ya duermen el sueño de los justos tras haber sido liquidados por esos enemigos implacables a pesar de la protección que les acompañaba. Fue precisamente Falcone, experto en la lucha contra la mafia y mártir por ello, quien debió convencerle de que para combatir a las organizaciones armadas que extorsionan e intimidan no basta con identificar a los pistoleros que realizan el trabajo sucio sino que también es necesario desmontar la trama de complicidades sociales de las que la banda obtiene apoyo económico, amparo logístico y encubrimiento ideológico.

Es precisamente lo que ahora está intentando hacer en el caso de Batasuna, ganándose por ello una nueva tanda de pintorescos dicterios entre los que destaca el ya conocido de “enemigo del pueblo vasco”, título honorífico que otorgan los servicios auxiliares de ETA a quienes no son condescendientes con los patrones de la firma a la que obedecen.

Pero no sólo son los monaguillos del terror tan rentable para ellos los que con comprensible ahínco maldicen a Garzón. También muchos de los que ayer le consideraban un “tonto útil” al servicio de ETA por perseguir al GAL (según éstos, en los “estados serios” se mira discretamente para otro lado cuando a algún funcionario se le va la mano en estas cuestiones), ahora le acusan de estar al servicio de Interior y de Aznar, montando algo así como una especie de “GAL jurídico” para servir a sus turbios intereses.

Algún pedante leguleyo de los que dan clase en la prensa ha encontrado tantos defectos a su procedimiento que casi llega a pedir que se ilegalice a Garzón en lugar de a Batasuna; y un tertuliano radiofónico adivinen de qué cadena que por lo visto tiene conocimientos siquiátricos (¿adquiridos quizá como paciente?) ha decretado que está loco de atar… y que por lo tanto harán bien en atarle. Por mi parte, no creo que ninguno de estos críticos sea en modo alguno simpatizante etarra. No hace falta atribuir a truculentas complicidades con el terrorismo actitudes que se explican perfectamente por el obsceno oportunismo sectario o la probada cortedad de luces.

Me extrañaría que Garzón fuese un judío perverso y aún más que resultase ser un santo: de estos últimos no he tenido la suerte de conocer a ninguno, aunque el difunto padre Llanos llegó a parecérmelo a ratos.

Sin duda está lleno de defectos, como yo mismo e incluso usted, amable lector (aunque usted menos, claro). Pero lo que ha hecho a lo largo de estos últimos años es cosa notable y, a mi juicio, admirable. Ha intentado no ser un burócrata de la justicia que aplica mecánicamente las leyes, sino alguien que comprende la razón por la que fueron dictadas e intenta por medio de ellas remediar los desafueros que se escapan al control social gracias a las argucias de la letra pequeña o del temor a los grandes. Merced a su esfuerzo, hoy duermen menos tranquilos algunos de los que han dedicado su vida a hacer inquieto justamente el reposo de otros. En eso consiste precisamente la defensa de las libertades públicas. Es cierto que no siempre me ha parecido acertado el proceder técnico del magistrado Garzón, pero casi nunca he discrepado de su intención legal. De modo que si hay que hacer una lista de los que estuvieron desde el principio a favor de él frente a los que constantemente se han definido en contra, que me inscriban sin vacilar entre los primeros. ¡Viva Garzón!

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